Vista del patio interior del IES Rosa Navarro, lugar donde se cometieron algunas de las agresiones denunciadas por las madres.

«Es indignante que mi hijo tenga que convivir en el mismo centro que sus agresores»

Otras dos madres relatan cómo sus hijos fueron víctimas de acoso por parte de los mismos agresores que atacaron a Alejandro

Fran Gavilán

Martes, 18 de octubre 2016, 22:39

«Es indignante que mi hijo tenga que convivir en el mismo centro que sus agresores». Este es el crudo testimonio de la madre de un menor de 12 años que fue víctima de abusos sexuales por parte de otros dos preadolescentes. Su relato forma parte de otro caso de acoso escolar en el mismo entorno que el sufrido por Alejandro, el menor que lleva desde el pasado 21 de septiembre sin ir al IES Rosa Navarro de Olula del Río, donde cursa primero de la ESO, tras sufrir insultos y palizas desde los ocho años a manos de un grupo de preadolescentes de entre 12 y 14 años.

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El caso de Alejandro, que se mantiene a base de «ansiolíticos y antidepresivos» tras intentar quitarse la vida por estos hechos, ha permitido sacar a la luz dos nuevos casos de acoso escolar en el entorno del IES Rosa Navarro. Son tan solo la punta del iceberg, porque «hay muchos más». Así lo asegura Laura, nombre ficticio de una madre afectada, quien relata a IDEAL que su hijo fue sometido a acoso escolar por parte de dos menores de 13 años, «uno de ellos pertenece a la pandilla de chicos que cometieron las agresiones sobre Alejandro».

Estos hechos sucedieron un año antes de que el chico accediera al instituto. Al parecer la vida del joven se desarrolló entre insultos y amenazas a lo largo de un año. «Me enteré de lo que estaba sufriendo mi hijo porque me llamaron desde el colegio y me contaron lo sucedido», recuerda la progenitora, quien apunta que su hijo nunca se había atrevido a contarles nada «por vergüenza».

Brutal agresión sexual

«Comenzó a tener agresividad en casa y nos contestaba mal. Sufría muchos cambios de humor y no sabíamos que le podría estar pasando hasta que desde el centro nos pusieron en conocimiento de la existencia de un vídeo», lamenta Laura.

La madre no dio crédito a lo que estaba viendo. Los dos agresores, ambos con 13 años, habían cometido una brutal agresión sexual sobre su hijo en la calle; lo habían grabado con un teléfono móvil y difundido por el centro escolar a través de programas de mensajería instantánea como Whatsapp.

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La reacción de Laura no se hizo esperar. «Acudimos a la Guardia Civil e interpusimos una denuncia por agresión sexual contra esos menores». Su denuncia, al igual que la efectuada por los padres de Alejandro, se archivó en el acto porque los dos presuntos agresores son menores de 14 años.

Laura ha perdido la fe en la Ley del Menor. «No es posible que lo que han hecho esos niños quede totalmente impune». La tristeza de esta madre va más allá al pensar que su hijo tiene que acudir todos los días al mismo centro que los dos jóvenes que le agredieron sexualmente. «Si han agredido a Alejandro dentro del centro, ¿Quién me dice a mi que estos individuos no harán lo mismo con mi hijo?», se pregunta Laura.

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Esta madre sostiene que estos agresores, que se mueven en un grupo de entre «diez y quince chavales», han protagonizado más casos de acoso a estudiantes del IES Rosa Navarro. «Sabemos que hay otros niños que han sufrido golpes e insultos a manos de estos chavales, pero están callados por miedo», relata Laura tras mostrar su deseo de que los agresores sean finalmente trasladados a otro centro escolar.

Moretones por todo el cuerpo

Al caso del hijo de Laura y al de Alejandro también se ha sumado otro nuevo caso de acoso escolar. Ese es el que nos relata Pilar, también nombre ficticio, quien tiene que ver como su hijo acude semanalmente al psicólogo por las secuelas que le han provocado los insultos y las vejaciones.

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Su denuncia también ha sido archivada al tratarse de menores y, en su caso, las alarmas saltaron cuando su pequeño, un niño de 13 años que acostumbra a sacar sobresalientes, llegó a casa con su primer suspenso. «Le pregunté si le estaba pasando algo pero me dijo que no», relata Pilar.

Sin embargo, la madre comenzó a sospechar ante los cambios de humor de su hijo y la agresividad que mostraba en casa, «algo completamente inusual en él». Los progenitores se dieron cuenta de lo que le estaba pasando a su hijo un par de semanas antes de que acabara el pasado curso escolar. «Observamos como mi hijo tenía los brazos marcados con pequeños moretones. Le pregunté cómo se los había hecho y me contestó que había sido un amigo».

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La madre no le dio importancia pero recomendó a su hijo «que no volviera a dejarse pegar por nadie». Sin embargo, tres días más tarde la agresión llegó a mayores y esta vez su hijo presentaba importantes lesiones por el cuello y otras zonas del tronco. «Un compañero le cogió del cuello en el recreo, ante un corro de niños que miraban lo que sucedía, y comenzó a pegarle», relata la angustiada madre, quien recuerda que por suerte un chico de un curso superior se dio cuenta de lo que pasaba y le apartó del agresor.

Pilar critica que hasta que no lo puso en conocimiento de la Guardia Civil, «nadie del instituto llamó para interesarse del caso». Su indignación aumenta tras señalar que la agresión sobre su hijo se produzco durante el recreo «y ningún responsable estaba vigilando para que no pasara».

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Pilar se ha unido a Inmaculada, madre de Alejandro, y a María para luchar contra la «pasividad» demostrada por Educación y el instituto ante hechos tan graves. Las madres se muestran muy críticas ante el archivo de las denuncias y lamentan que las administraciones «hayan mirado para otro lado ante el sufrimiento de nuestros hijos». ¿Por qué son las víctimas quienes se van a tener que cambiar de instituto para evitar ser acosadas?», se preguntan.

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