'El último viaje de Cervantes'
Entre las virtudes de Miguel Flores González Grano de Oro estaban las de las artes y la pasión por la cultura y la historia. Cronista de Cuevas del Almanzora y correspondiente de la Real Academia de la Historia. Entre sus trabajos se hace referencia a la desafortunada visita que realizó el insigne Manco de Lepanto a los confines del Almanzora.
Francisco Javier Fernández Espinosa
Martes, 10 de mayo 2016, 06:47
A mediados de 1594, Miguel de Cervantes Saavedra parte desde Sevilla destino Madrid, esperanzado en conseguir algún trabajo o encomienda relacionado con la Hacienda Real. Cervantes estaba inmerso en la penuria económica y quemó todas sus influencias para la consecución de este fin. Un buen amigo intercede por él y consigue un trabajo consistente en el cobro de impuestos atrasados de algunos pueblos del Reino de Granada. Es nombrado a mediados de agosto, comprometiéndose a finalizarlo en 50 días. Miguel de Cervantes deja Madrid con la intención de recaudar una deuda de 10.557.029 maravedís, suma a la que ascienden las obligaciones de varias ciudades andaluzas, como Granada, Ronda, Laja (Loja), Alhama de Granada, Guadix, Baza, Almuñécar, Motril, Salobreña y Vélez-Málaga.
El día 9 de septiembre del año corriente, Cervantes llega a Baza, donde cobró dos partidas de alcabalas: una de 3.342.320 maravedís, correspondiente a Baza y a los pueblos de su jurisdicción (Cúllar, Zújar, Caniles y Benamaurel); y otra de 50.812 marvedís del resto de los pueblos de su partido (Freila, Laroya y Macael). Una tercera partida, referida a Somontín y Fines, quedó sin cobrar. Los intentos de los alcabaleros por confundirle le obstaculizaron notablemente la labor.
El compromiso que contrajo Cervantes de recaudar la totalidad de la deuda es una evidencia fehaciente para afirmar que hubo de desplazarse hasta el Almanzora, pues no podía dejar atrás ninguna villa sin tributar. Pese a sus esfuerzos, Somontín y Fines no satisfacieron deuda alguna, añadiéndosele a esta contrariedad los impagos de la Casa de la Moneda de Granada y la ciudad de Motril. Transcurridos los cincuenta días que obtuvo de plazo para recaudar por parte de la Hacienda Real, no tuvo más opción que solicitar de Felipe lI una prórroga para finalizar los cobros. Los problemas comenzaban a cebarse en el bueno de Cervantes, quien además fue timado por el banquero Simón Freire, a quien recurrió por seguridad, para no transportar la gran cantidad de dinero obtenida hasta Sevilla, por temor a bandidos y saqueos. El banquero se vió inmerso en una quiebra y desapareció junto a sus responsabilidades. Llegó la hora de rendir cuentas y la evidencia del descuadre entre lo entregado a lo comprometido motivó que sobre Cervantes se cernieran indicios de desconfianza. Es llamado a la Corte por el Rey para aclarar el asunto, siendo acusado por el juez de haberse apropiado indebidamente y con deslealtad del dinero extraviado y del no recaudado, acabando con sus huesos en la prisión de Sevilla.
El Tribunal de la Contaduría Mayor de Hacienda inició una investigación, la cual se extendió desde 1597 a 1603, año en el que Gaspar de Osorio y Tejada, receptor de Baza, entregó a este Tribunal para su descargo una carta de pago que Cervantes le dio en 1594, cuando éste estuvo de comisionista recaudando las rentas de Baza y su partido. En el informe dado por los contadores el 24 de enero de 1603, se dice que en Tesorería constaban las cantidades, pero que aparecía un descubierto de 2.600 reales. Para aclarar esta disparidad se mandó a Don Bernabé de Pedrosa, proveedor general de la Armada, lo soltase de la cárcel de Sevilla donde estaba. Cervantes salió de prisión y partió para Valladolid, a donde llegó con su familia el 8 de febrero de 1603, quedando aclarado el asunto y donde fijó residencia hasta el final de sus días en 1616, ocupado única y exclusivamente en la literatura. Las andanzas e infortunios que padeció en la maltrecha empresa de recaudar alcabalerias, las deudas de Fines y Somontín, junto al resto de despropósitos padecidos, forjaron el germen inicial de una de las principales obras literarias universales: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, que «se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación», tal y como aparece en el prólogo de la obra. Ahora sabemos que valió la pena la afrenta, y que una deuda motivó una de las principales riquezas de nuestro idioma.
Twitter @Fdezespinosa
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.