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'CARRETEROS SOMOS'

La carreta de bueyes clavaba las pezuñas en la tierra removida por tantas pisadas que se hundían marcando las huellas de la pesada carga, el bloque labrado en la cantera se acomodaba sentado en su lecho de madera, la pértiga alargada buscaba el ubio de suaves curvas enganchado a la testuz de los animales.

Andrés Molina

Martes, 10 de mayo 2016, 06:08

Las ruedas giraban al unísono pasando los radios lentamente, el aro de hierro remachado protege la perfecta circunferencia que la galga frena si la cuesta desciende en peligrosa inclinación. El gato sobre la masa deja ver la manezuela desgastada de tantas vueltas y sudores, sus cuernos y sus huevos untados de barro tapan la herrumbre de su alma de acero.

 

El cubo de hojalata cuelga de los atarres sonando en el vaivén de las curvas, el barruchin y los

rulos de madera se agarran a la caja para no caerse en el camino. El carretero blande la vara buscando el lomo, intentando sacar la fuerza que apenas queda en la yunta, brama la red, rebuza cayendo la baba espesa a chorros, abre los ojos queriendo empujar con ellos, la voz ronca apenas arranca unos píes al carro, el camino niega su paso y la cola de carretas aprieta beligerante en el culo.

Las risas y los cuchicheos dan paso a liar un cigarro mientras los mozos aprovechan la pará y dan agua fresca de la fuente del Pozo.

Los carreteros jóvenes de caras arrugadas por la intemperie, de cabellos ralos y manos ásperas de grietas, visten blusones blancos anchos, de cuello curica y botones grandes, sus calzones de gruesa pana y sus esparteñas de cintas largas anudadas a las pantorillas, portan en su hombro las alforjas con la escasa comida y la madrejuana vacía.

La boina tapa sus caras de enfado, el carro no anda, los bueyes desfallecen por la escasez del forraje y el esfuerzo, el bloque los rinde arrodillándolos. En el Puntal de los Gallos el sol declina, se hace tarde para llegar a Macael, unos y otros azuzan la disputa sin ayudar al más débil, socorrido con el buey de pipa podría coronar la cuesta.

La decisión llega pronto soltando los bueyes que abandonan el carro y ascienden despacio libres de su carga hasta el apartadero de la cumbre. Abajo, abrir el camino para el tránsito es atar dos yuntas y elevar el bloque con protestas, sinsabores y retahílas quejosas de los compañeros insolidarios. Arriba el hombre con su vara inhiesta en señal de guerra, tapa su sonrisa con el humo del tabaco y los bueyes descansan esperando su carreta para continuar a la fábrica del río Laroya.

La procesión de blanco mármol pasa delante, la voz endeble del último resuena asfixiada...

carreteros somos y en el camino de las canteras nos encontramos.

 

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