Cría ricos y te comerás sus crisis
En un artículo publicado en 2008 en la edición americana de la revista Vanity Fair, el economista Joseph E. Stiglitz habló por primera vez del 1%, por el 1%, para el 1%. Era una manera muy gráfica de describir el enorme aumento de la desigualdad que se estaba produciendo en Estados Unidos y la existencia de un sistema político que atribuía una voz desproporcionada a los de arriba: el 1% acapara lo que el 99% de la población necesita. Las reflexiones que Stiglitz hacía en aquel artículo se plasmaron después en un libro, "El precio de la desigualdad", un riguroso análisis sobre el fracaso de los mercados y de la doctrina neoliberal imperante que desmonta crudamente, además, la ficción de la existencia de una clase media universal, esa en la que todos hemos creído estar viviendo. El tácito acuerdo que existía entre los ricos y todos los demás ?nosotros os proporcionamos empleos y prosperidad y vosotros nos permitís que nos llevemos nuestras bonificaciones-, ha terminado de desmoronarse, dice este economista. Ese 1% se lleva a casa la riqueza pero, a cambio, no aporta más que angustia e inseguridad al 99% restante.
Rosa Galera
Martes, 10 de mayo 2016, 06:13
Aquí, en nuestro país, lo estamos viendo. La crisis ha provocado cambios en el modo de vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos y, por primera vez en mucho tiempo, el conflicto de clase es el más relevante y el que más preocupa a la sociedad española. Vivimos en la evidencia de que la maquinaria económica solo está funcionando para los de arriba.
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Porque, a tenor de los datos, a ese 1% de nuestro país las cosas le van extraordinariamente bien. Los millonarios españoles, lejos de haber visto mermadas sus fortunas durante la crisis, las han visto aumentar, como prueban los patrimonios de sus sociedades de inversión, que han crecido en algunos casos hasta un 50 %. Mientras, el fraude fiscal ha seguido aumentando y ya se ha convertido en algo absolutamente escandaloso, aunque el Gobierno se dedique a mirar para otro lado. Los estudios que analizan la globalidad del fraude barajan cifras que van en torno a los 160.000 millones de euros. No hace mucho, un estudio de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona corroboraba que actualmente en España se produce un fraude fiscal por parte de los ricos de más 80.000 millones de euros. Ahí es nada.
El último ejemplo de esa lucha de clases lo hemos tenido estos días y, de nuevo, han vuelto a ganar los de siempre. Me refiero a las presiones que ha ejercido la banca para que las medidas del Gobierno contra los desahucios no fueran demasiado contundentes. Hace unos días, en mitad del clamor colectivo por el suicidio de Amaya Egaña, la mujer de Barakaldo que se tiró por la ventana cuando la comitiva judicial iba a echarla de su casa, representantes de los cuatro principales bancos españoles se reunieron para comer en secreto. Allí acordaron exigirle a Rajoy que la reforma no fuera radical, no podían consentir que su capacidad y voluntad para aprovecharse de los demás se viera mermada. Y así ha sido finalmente. De nuevo, el injusto precio de la desigualdad.
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