Lo confieso, me va la marcha

Permítanme que vuelva al blog -que, admito, tenía algo abandonado- con este título trivial. Pero es que a uno le gusta más tomarse un chérigan de atún en buena compañía que otros placeres de la vida como el de dormir a pierna suelta en el sofá. Me va la marcha, qué le vamos a hacer. Tanto que apenas me queda gente con la que pelearme. Se ha convertido en un hábito que no sé si podré abandonar algún día, peor que morderse las uñas o la nicotina.

Miguel Carceles

Martes, 10 de mayo 2016, 07:23

 

Publicidad

Lo confieso, me gusta preguntar. Porque no puedo llegar a un sitio, copiar una parrafada y quedarme tan pancho. No sé, debo ser demasiado curioso. Pero es que cuando tengo a un dirigente a tiro no me puedo ir sin preguntarle. Le guste o no la pregunta. Porque, curiosamente, las respuestas más interesantes son las que siguen a las preguntas las que no les gusta tener que responder.

Y les digo que me va la marcha porque, tras las preguntas incómodas, van casi siempre las miradas asesinas de algún político de turno, los toques de atención de sus gabinetes de prensa y otros entresijos que hacen de esta profesión un conflicto casi continuo. ¿Qué le vamos a hacer? El poder nos quiere adormecidos, pasivos, comodones, quietos... Quiere máquinas de escribir, no periodistas. Que los periodistas quieren saber demasiado, más de lo que ellos quieren contar.

Les cuento esto porque no está de más que sepan ustedes lo que hacen muchos de los dirigentes a los que usted ha elegido y a los que les paga el sueldo con sus impuestos. La negativa a contestar a una pregunta que no es mía, que no es de alguno de mis compañeros de profesión, sino que es de la sociedad, con un mero "eso ahora no toca" es lo menos incómodo a lo que tiene que enfrentarse un periodista al que, por ser culo de mal asiento, por irle la marcha, quiere saber contra el viento y la marea del freno constante impuesto por los políticos y sus gabinetes. Ese periodista que insiste en algo tan sencillo como querer hacer su trabajo.

Qué le vamos a hacer, debe ser que a algunos nos 'pone' recibir llamadas telefónicas a última hora de la tarde para preguntarnos qué información vamos o no a publicar en el Ideal del día siguiente. O que nos resulta placenteras las presiones para sacar la foto de boda del político de turno o su interesantísima visita al bar de un pueblo de La Alpujarra. Y por supuesto, que el jefe de gabinete de turno juzgue nuestro trabajo y analice sintáctica y morfológicamente todos y cada uno de los párrafos de una información que no resulta demasiado positiva para 'su' político.

Publicidad

Como decía un compañero del periódico, "sin fútbol puedo vivir, pero sin pelearme con un asesor y/o un político me pongo chuchurrío". Así que, como me va la marcha, sólo puedo decir que pienso seguir preguntando. Porque es mi trabajo y porque me gusta desde chico. Y si no, pregunten a mi madre, que cuando era un mengajo vivía atosigada buscando respuestas convincentes a las incómodas preguntas del pequeñajo de gafas. Y seguiré separando las notas de prensa anodinas y sin contenido de lo que realmente es noticia, les guste o no a quienes protagonizan la actualidad. Que para algo soy más de chérigan que de sofá.

 

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad