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Martes, 10 de mayo 2016, 07:07
Inagotables rayos de luz iluminan el verdor de un valle que es surcado por el río que le nombra, el Almanzora. La peculiaridad de sus viviendas, casas cuevas que se reparten por todo el valle; la singularidad de sus parajes; el arraigo de las tradiciones y la hospitalidad de sus gentes, convierten a esta comarca serrana en una de las más atractivas de Andalucía.
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Esta comarca almeriense, situada entre la Sierra de Los Filabres y Las Estancias, goza de un paisaje lleno de contrastes e insólita belleza. Los Filabres, después de Sierra Nevada, es el techo de la provincia, representado por el Calar Alto con 2.168 metros de altitud. Su cima guarda uno de los observatorios astronómicos más importantes del mundo.
Además, un Monumento Natural se alza en esta Sierra, La Tetíca de Bacares, que con sus 2080 metros es la segunda altura de la provincia. Desde las cumbre se descubre como la provincia de Almería se rinde a sus pies.
Los Filabres conserva una de las mayores masas forestales de la provincia, que unida a la de la Sierra de Las Estancia convierten al Valle del Almanzora en el pulmón verde de Andalucía. Podemos disfrutar de encinares centenarios como Los Sapos y El Marchal que se sitúan en la localidad de Serón.
A nuestro paso por las localidades cercanas a la Sierra de Las Estancia, observaremos los contrastes entre las zonas de vega regadas y otras más áridas y agrestes. Lo cierto es que las más de veinticinco poblaciones de esta comarca gozan de singulares parajes que llamarán la atención del curioso viajero.
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Al patrimonio natural hay que añadir la riqueza cultural, un extenso legado de la multitud de civilizaciones que se asentaron en la comarca a lo largo de la historia. Los primeros vestigios se remontan a la Prehistoria como se demuestra en La Cueva de los Tesoros en Bacares, el Marchal de Serón o Las Piedras Labras de Chercos.
Las culturas fenicia, cartaginesa y romana dejaron su huella en algunos asentamientos de las localidades de Amuña de Almanzora o Fines, el núcleo de "Tagili", el acueducto romano de Albanchez o el Cerro del Cortijo de Carrillo.
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Pero fue la presencia árabe la que marcó con mayor fuerza el patrimonio de la comarca. Adornando muchos municipios encontraremos numerosos restos de hisn- castillos- y alcazabas como los de Serón, Purchena o Sierro. En Olula del Río se conserva un núcleo primitivo de esta pueblo," La Piedra Ver".
En la localidad de Somontín en el Alto Almanzora, donde aún se recuerda que en 1594 el celebre Miguel de Cervantes pasó recaudando impuestos para la Hacienda Real, haremos un alto en la Plaza de Sauro para admirar los resto de un cementerio
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Épocas históricas posteriores, también dejaron huella en la comarca como lo demuestran la iglesia de San Ginés en Pucherna o el santuario barroco de Nuestra Señora del Saliente, ambos galanean del título de Monumento Histórico-Artístico.
Y fue precisamente uno de los pueblos que se asentaron en la zona, los fenicios, los descubridores de uno de los tesoros de la localidad de Macael, el mármol. Los fenicios utilizaron el sagrado material para la elaboración de ataúdes. Más tarde musulmanes y romanos le dieron la misma utilidad.
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Aunque el mármol de Macael está presente en construcciones como la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, el Teatro Romano de Mérida o el Monasterio del Escorial. Y es que la historia de Macael ha estado ligada a la extracción del mármol o Almuki, expresión que utilizaron los musulmanes para referirse al mármol de veta blanca.
Y como colofón a este viaje serrano nada mejor que deleitarnos con la exquisita gastronomía del Almanzora, estrechamente ligada a la civilización andalusí que moró en estas tierras durante setecientos años. Las especias junto a los sabores de la huerta aliñados con el producto estrella, el aceite de oliva, se recrean en platos como: las migas cortijeras, las patatas boca abajo, las gachas o la olla de trigo.
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Sin olvidar la afamada fritá de Suflí o los potajes de Semana Santa. Si antes de la comida tomamos un aperitivo la mejor opción es una tapita de los embutidos de la comarca, eso si, dando prioridad al conocido jamón de Serón. Es aconsejable que no abusen de estas entradas si deciden tomar el cocido de matanza.
Y para terminar de recrear el paladar un postre de frutas de la tierra conformará al más exigente de los comensales, los más golosos pueden optar por los dulces islámicos donde la miel es un producto básico.
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Una recomendación, no desprecien una copita de la típica bebida de la Comarca- la mistela- en su gran mayoría de producción casera.
Disfruten de esta aventura por el Valle del Almanzora...seguro que regresarán.
El Valle del Almanzora por: Nieves Alonso
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