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Un paseo entre los olivos vivos del artista Pedro Gilabert

Un paseo entre los olivos vivos del artista Pedro Gilabert

El ahora Ministro de Cultura, José Guirao, ayudó al artista naïf, Pedro Gilabert, a dar a conocer al mundo su peculiar obra

maría rodríguez

ARBOLEAS

Lunes, 30 de septiembre 2019, 20:38

De la misma forma que Miguel Ángel podía ver la idea latente y guiado por su intuición extraía los materiales sobrantes de un tosco bloque de mármol, Pedro Gilabert veía en las raíces de los olivos las figuras que resultaron de ellas.

La historia de Pedro Gilabert Gallegos está marcada por la soledad y el desarraigo que conlleva la cruda experiencia de la guerra junto a la emigración y el ansiado deseo de retorno a la tierra que lo vio nacer. Los que tuvieron la oportunidad de conocerlo cuentan de él que era un hombre noble de corazón, siempre dispuesto a ayudar y a compartir lo poco que tenía con los demás.

Corrían los años ochenta cuando José Guirao, por aquel entonces, Responsable del área de Cultura en la Diputación de Almería, conoció al artista y a su obra, y se interesó en él para que mostrase a toda Almería sus peculiares esculturas y su forma de ver el mundo. «Alguien me habló de su trabajo y vinimos a conocerlo a Arboleas y de ahí comenzamos a preparar la exposición. A partir de ahí comencé a conocerlo y a mantener una relación de amistad más cercana y familiar tanto con el tío Pedro como con la tía María, su mujer. En casa tengo dos figuras suyas que guardo con mucho cariño» recuerda Guirao.

Pedro era un hombre extraordinario que tenía esa forma de ver la vida, típica de los artistas, que no era nada racional. En cuanto a su técnica recuerda que Gilabert se enfrentaba a la obra sin una idea previa, «cuando veía el tronco o la raíz, imaginaba qué podía sacar de ahí y cada vez era una cosa nueva». Partía siempre de la forma original de la materia prima. «Él no cortaba la madera para esculpir o pulir, sino que le daba vida a las raíces que encontraba en sus paseos por las ramblas y caminos de Arboleas». Los que lo conocieron cuentan de Pedro que era un hombre con una imaginación prodigiosa y definen tanto su arte como «una constante comunión con la naturaleza».

Cuando recuerda las herramientas que empleaba el tío Perico, Guirao explica con los ojos llenos de admiración cómo con unos utensilios precarios, unidos a la imaginación y las manos del artista, llegó a elaborar más de un centenar de figuras, cada una de ellas con su propia historia. Su taller, un antiguo corral que tenía junto a su casa que él mismo habilitó para poder trabajar y guardar sus obras, recibió la visita de artistas y curiosos interesados en su obra.

Pedro se rodeó de grandes amigos que lo ayudaron a darse a conocer en el mundo del arte hasta sus últimas consecuencias como fue la inauguración en el 2004 del museo dedicado a su obra. La sala principal del Museo Pedro Gilabert está presidida por una de las obras más especiales del artista, el Árbol de la Vida. Las raíces que dieron forma a esta alegoría a la vida le llegaron al tío Perico en una enorme caja de madera con remitente a nombre de José Guirao desde Sevilla. Cuenta el ahora ministro de Cultura que en un paseo por la construcción de la ciudad de la Expo vio cómo extraían de la tierra un viejo olivo y que inmediatamente supo a quien debía mandarle el olivo. Poco le costó a Pedro ver qué se ocultaba entre aquellas enrevesadas raíces.

La obra de Pedro Gilabert está repartida en colecciones privadas en museos de España, Francia, Alemania y Argentina.

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