Remedios Carrión Ortega
Martes, 10 de mayo 2016, 07:34
En aproximadamente dos años de trabajo, de manera desinteresada y como un particular pasatiempo, el pueblo chico de Miguel cuenta con unos diez cortijos, un molino de viento, una almazara, un campanario, su ermita y un sin fin aperos y utensilios propios de las labores del campo.
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Cada representación está basada de manera fidedigna en las antiguas zonas de los cortijos almerienses. También existe en este especial pueblecito, muchas horas de dedicación y una importante dosis de imaginación, a la hora de construir cada elemento y elegir los materiales más apropiados para cada pieza.
En este sentido, el ladrillo, el cemento y la piedra natural son los componentes más utilizados. Miguelandia, como cariñosamente lo llaman los vecinos del Almanzora, es una aldea en crecimiento, aún sin concluir. Entre las futuras, adquisiciones, se encuentra el castillo, un elemento arquitectónico que ya está en la cabeza de Miguel Rodríguez Hidalgo y que pronto coronará la peculiar villa. Otra de las señas de identidad almeriense está también claramente identificada en la figura del Indalo, enseña de origen ancestral que se encuentra en la Cueva de los Letreros del municipio de Vélez- Blanco.
En los cortijicos del Arroyo del Cantoria viven unos inquilinos también muy particulares. Se trata de otra de las aficiones del protagonista de la historia, la canaricultura. Alrededor de una veintena de canarios han decidido quedarse. En torno a un olivo, Miguel Rodríguez Hidalgo, ha construido su cómoda residencia, que cuenta con confortables nidos y comida en abundancia, hecho que deriva en que estos pájaros no quieran emprender el vuelvo. Así, explica a IDEAL, que las aves viven en semi libertad ya que de manera frecuente se sueltan y por la noche de manera voluntaria, vuelven a casa.
Miguel se muestra sorprendido ante el éxito y las felicitaciones que está recibiendo por sus aficiones. Son muchas las visitas que Miguelandia ha recibido de vecinos de la comarca del Almanzora, que se acercan al camino del Arroyo de Cantoria atraídos por lo curioso y particular de este condado. Su cortijo es también su afición, una vida tranquila en el campo, rodeado de naturaleza y antiguas tradiciones como la que comparte con su esposa, de amasar el pan a la antigua usanza en unos hornos tradicionales. Miguel, se muestra amable y receptivo a invitar a quienes estén interesados en conocer este único pueblo chico, situado en el término municipal de Cantoria.
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