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El recuerdo de Chercos

El recuerdo de Chercos

PASA el tiempo, llega un nuevo año y el invierno del poeta se hace cauce de esperanza, recorriendo los meandros de la existencia. Los recuerdos representan la memoria viva, y no podemos detener su historia. Unos recuerdos que, en muchos casos, son la memoria histórica de un país, de un tiempo.

Ideal.es

Martes, 10 de mayo 2016, 06:44

 

En este sentido, en estos días, me ha llegado un pequeño e íntimo cuaderno literario, unas reflexiones poéticas escritas por un hombre que, como tantos otros, tuvo que exiliarse por la crueldad del destino, el laberinto inhumano que representó el zarpazo cainita de la incivil guerra del 36. «Se levantaron contra la República/ guerra infame». Un exilio interior que el poeta José Molina ha vivido en la acogedora ciudad francesa de Arlés sur Tech, sin olvidar jamás los lugares de su infancia, la tierra que le vio nacer, Chercos.

Otros textos, entre ellos, 'El Rosellón', 'Trois gouttes de silence', 'Fundir la esperanza', 'Poetas de la sangre', 'Arles sur Tech. Arulae', han recogido el sentir del poeta, sus recorridos por el arte y la vida. La solidaridad, los recovecos del alma, frente a las oscuras razones de los que quisieron amordazar la palabra. «Soy/ de los que jugaron a la muerte con la vida». En un escenario de confusión y de miedos. Desde la opresión, «y muchos puñados de arena/ para cerrar los ojos del sometido». Aquel triste sueño de un niño que mantuvo nítido en sus pupilas el desconsuelo «de un verano en llamas». Chercos y la voz herida.

«Hablo de otros tiempos/ hablo de remotos tiempos,/ pueblecillo mío», recordando siempre aquel 'cuchillo del huracán', la contienda de hermanos contra hermanos, blandiendo el «miedo de aire y de silencio». Un balance de humillaciones, de espejos mancillando los campos de la libertad, castrada la voz de aquellos que quisieron alejar el 'esparto triste' del desasosiego, rescatando el pensamiento y la palabra, signos de futuro, para que la historia no vuelva a repetirse.

El exilio en la palabra, «llevándome como equipaje y documentos/ la voz del trigo», ligero de atavíos, el recuerdo de Machado, a quien José Molina rinde homenaje en el cementerio francés de Collioure. El drama personal y colectivo, la tragedia, donde «había miles de golondrinas exiliadas». Noche arriba, el camino buscando horizontes de luz. «Y es que quizás vuelvan nuevos julios: alegres primaveras/ tapando viejas heridas».

José Molina siente la nostalgia de quien vive alejado de la tierra que le vio nacer, «Y tuve, hijo de la piedra, juncos y amapolas/ que huir». Mas, por fortuna, el pensamiento permanece, y recorre Chercos, situado en la impresionante Sierra de los Filabres. Chercos viejo, la antigua alquería construida a cal y canto, enclavada en una empinada ladera, la yerku mozárabe, la encina, llamada así por los árboles que nacían alrededor, los mismos que el poeta contemplara en su niñez. Un pueblo que, después, como todos los pueblos de España, se llenaría de días grises, 'cansado de morder el aire', en sacudidas de miedo y sangre, 'tiñendo de rojo el pueblecillo mío'. Chercos, fiel y añorada imagen en el invierno del poeta

 

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