'El coche eléctrico de Gustavo Gillman. Certeza o posibilidad'
Artículo de opinión de Francisco Javier Fernández Espinosa
I. A.
Almanzora
Domingo, 29 de noviembre 2020, 12:20
Cuando Gustavo Gillman llega a España en 1875 junto a su hermano mayor Fredrick, el destino le aguarda con una larga lista de desafíos que transformarán el sureste español.
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El primero de ellos fue el amor, pues a penas 6 años después de su llegada, contrae matrimonio con la joven granadina María del Rosario Sirvent de Berganza en Gibraltar.
Tras instalarse en Linares, Granada y Lorca, la familia fija su residencia en Águilas, lugar desde el que inicia en 1889 la aventura de dirigir la construcción del ferrocarril que habrá de unir Lorca y Baza.
Al frente de la Great Southern of Spain Railway Company Ltd. (GSSR) afronta un proyecto de enorme dificultad técnica y orográfica, demostrando en cada actuación el gran talento que poseía como ingeniero, aunque no era el único. A sus quehaceres laborales unía de manera espontánea otra serie de virtudes que hicieron de Gillman un hombre renacentista. Le acompañaba siempre una cámara y un trípode, con los que fotografió y documentó la vida cotidiana y el paisaje de unas comarcas que se mostraban dispuestas a abrirse al mundo. Tomaba notas de todo lo que acontecía a su alrededor, hasta el extremo de valorar las condiciones climáticas o el confort de los hoteles en los que se alojaba. También la pintura y la astronomía eran artes que le seducían, pero sin lugar a dudas, la fotografía será quien haga de él un referente ineludible para comprender la evolución de nuestro territorio.
De entre el valioso legado fotográfico que Gillman dejó a su familia, destaca una hermosa estampa de la estación de Serón, en la que un grupo de carros tirados por mulos cruzan la vía del tren, cargados de esparto, ante unos vagones de carga que esperan ser enganchados a alguna locomotora. El costumbrismo de la escena se esfuma de repente cuando analizamos uno por uno todos los elementos que componen la fotografía. Junto al edificio de la estación, a espaldas del andén, un extraño vehículo aparece aparcado. El diseño coincide con el concepto de los vehículos que comenzaron a desarrollarse a partir de 1828 por Ányos Jedlik, Davenport en 1834 y Robert Anderson, entre 1832 y 1839. Tendremos que esperar hasta la Exposición Internacional de París de 1881 para encontrarnos ante la versión evolucionada por Gustave Trouvé, quien consiguió afianzar una batería eléctrica recargable que acopló a un motor Siemens. Los coches eléctricos comenzaban a circular por la Europa más moderna a manos de burgueses y aristócratas.
Se tiene constancia de que la primera iniciativa empresarial para construir coches eléctricos en España, data de 1898, cuando Emilio de la Cuadra Albiol funda en Barcelona la Compañía General Española de Coches Automóviles Emilio de la Cuadra.
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El ambicioso proyecto cristalizó en un prototipo que mostraba una autonomía de 4 ó 5 kilómetros, lo que le situaba muy lejos de los avanzados modelos europeos.
La fotografía realizada por Gillman en la estación de Serón, está fechada en 1894, 4 años antes de que Albiol iniciara su aventura empresarial para fabricar el primer coche de España. No existe la certeza de que esta sea la primera fotografía de un coche en España, ni tampoco de que este fuese el primer coche que llegó a nuestro país. Antes de iniciarse la matriculación y control de los vehículos pioneros en España, el conde de Peñalver ya circulaba por las calles de Madrid al volante de un coche traído desde París en 1898. Según consta en los archivos de la DGT, fue José Sureda Fuentes quien es registrado por primera vez como propietario de un cuadriciclo Clement, en la población de Santa Catalina (Mallorca) el 31 de octubre de 1900. Y que el primer coche matriculado en Almería, el 20 de diciembre de 1907, era un turismo marca Aries, propiedad de Luis Bardón de la Serna.
El carácter innovador y avanzado de Gustavo Gillman, en la vanguardia de su tiempo (como ejemplo su modernísima cámara fotográfica), encaja perfectamente en la conjetura de que siendo conocedor de la existencia de estos vehículos, no dejase pasar la oportunidad de adquirir uno. La fisonomía del vehículo no coincide con la de un Electrobat, pero si con las versiones carrozadas por Jeantaud en París o Parker en Londres. Posiblemente, su estancia en estas tierras subdesarrolladas y prácticamente aisladas hizo que pasara desapercibido a los ojos de la sociedad urbana, a diferencia del mencionado conde de Peñalver, donde sin lugar a dudas, hubiese sido todo un hito documentado de forma adecuada. La imagen del misterioso vehículo está abierta a todas las hipótesis. ¿Es una calesa modificada? ¿Sin animales? ¿Es uno de los extraños coches evolucionados que hacían furor entre los ingenieros e industriales europeos? ¿Un invento del propio Gillman? En la red circulan algunas hipótesis. La leyenda del carismático inglés continúa entre nosotros.
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No existe la certeza, pero sí la posibilidad, de que el primer coche que circuló por España lo hiciese también en caminos de Serón.
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