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El cartero de Laroya recibe un sentido homenaje a su labor social y gran corazón

El cartero de Laroya recibe un sentido homenaje a su labor social y gran corazón

Antonio Lozano, el cartero de Laroya, un gran hombre lleno de sabiduría, honradez y buen corazón volvió a Laroya, el municipio donde ejerció su profesión durante más de 40 años, para recibir un sentido homenaje. A sus 82 años, recibió la veneración de un pueblo al buen hacer de una persona especial, que además de dignificar su trabajo fue trasmisor de los mejores valores sociales durante toda una vida dedicada a los demás.

Remedios Carrión Ortega

Martes, 10 de mayo 2016, 06:32

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La cita en honor a Antonio Lozano tuvo lugar durante las fiestas patronales en honor a San Ramón Nonato. Vecinos, amigos, familiares y representantes de la Corporación municipal que dirige María Dolores Moreno, celebraron juntos la fortuna de conocer a este gran hombre que durante cuatro décadas puso todo el cariño a una profesión, la de cartero, que poco tiene ya que ver con el sistema de correspondencia actual. Antonio, el cartero de Laroya es un hombre muy querido e importante en Laroya. Así lo reconoció el periódico Ideal, en un reportaje que publicó hace 20 años donde recogía miles de anécdotas del entrañable cartero.

Era a pie, como durante 40 años, Antonio iba desde Macael a Laroya a llevar la correspondencia, pero no sólo se limitaba a localizar a cada persona y entregarle su carta, en la mayoría de las veces tenía también que leerlas y muchos casos también redactarlas, dado el alto grado de analfabetización de sus habitantes. Llamar a los vecinos a gritos o dejar las cartas debajo de una piedra eran hechos habituales. Antonio siempre fue una persona culta, en aquellos duros años su máquina de escribir fue el vehículo de transmisión de muchas tradiciones de Laroya, que gracias a su dedicación y a su difusión se siguen manteniendo vivas en la pequeña localidad del Valle del Almanzora. Antonio, el cartero era además el encargado de realizar numerosas actividades bancarias y burocráticas gracias a su generosidad y a la confianza ciega de sus paisanos en su incorruptible honradez que le ha acompañado siempre.

En la actualidad, las nuevas tecnologías y medios de comunicación han desplazado en muchos lugares al olvido a los queridos carteros rurales, profesionales muy apreciados y esperados, que solían ser portadores de buenas noticias. Hoy los carteros han quedado relegados a traernos al buzón, la publicidad de grandes almacenes o las temidas facturas mensuales. Ya son muy pocas las cartas que se entregan. Esas cartas que hace años eran motivo de ilusión, lazos de amistad, proyectos de amor o la única vía de comunicación entre las familias, muchas separadas por la necesidad de emigrar de muchos habitantes de los pueblos de Almería. Esa querida correspondencia ha quedado ya obsoleta y fuera de uso. Cierta melancolía se respira ya al pensar en aquellas viejas cartas escritas a mano o a máquina y en especial a esos carteros llenos de humanidad. Una realidad, hoy casi en extinción por las ventajas que ofrecen otros sistemas de comunicación, más rápidos, más eficaces, pero por quizá mucho menos interesantes.

Carteros como Antonio Lozano, eran piezas claves en la comunicación. Currantes legendarios, que casi siempre a pie daban vueltas kilométricas, por allí donde no todo es asfalto y ladrillo. En la pequeña localidad de Laroya, no han olvidado a su cartero rural y a su especial entrega con sus habitantes, a los que conseguía localizar a toda costa para hacerles llegar esa misiva tan deseada. Figura icónica del folclore rural, presente en la tradición literaria y aún más en la memoria de los abuelos, el cartero de pueblo era una mezcla de psicólogo, confesor, redactor y un consultorio para todo y con carácter vitalicio. En sus manos quedaba la posibilidad de comunicación de todas las familias y numerosos trámites administrativos. Antonio era también la persona que comunicaba las bodas, los bautizos, las comuniones y desgraciadamente también las defunciones. Su humanidad y especial carácter le hacía también ser la persona que se encargaba de consolar a los familiares en esos duros momentos.

Las nuevas tecnologías y comunicaciones han logrado que, poco a poco, el correo alcance los rincones más recónditos de nuestra geografía, pero aún existen entornos rurales donde es posible -y necesario- desempeñar una labor muy parecida a la de Antonio, el cartero de Laroya. Su labor social difiere mucho al del cartero actual. Es más complicado porque hay que desplazarse mucho, el envejecimiento de la población es grande y las anécdotas y quehaceres son miles. El simple hecho de encontrar un domicilio puede requerir mucho tiempo y caminar durante horas. Antonio Lozano, el cartero de Laroya, fue durante años una figura central en la vida del pueblo o la comarca. A él acudían todos los vecinos con toda clase de peticiones: el simple hecho de recibir una carta por correo certificado suponía una causa de estrés para personas mayores que vivían aisladas.

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